
Mötuku Lubá frente a un colono
En el corazón del Golfo de Guinea Ecuatorial, la isla de Bioko —llamada Fernando Poo durante el periodo colonial— guarda entre sus montañas, selvas y pueblos una historia compleja, muchas veces relegada al olvido. En sus costas se cruzaron antiguos clanes con comerciantes atlánticos, y su tierra fue testigo del choque brutal entre una civilización ancestral profundamente arraigada y un proyecto colonial europeo que impuso dominio, trata de personas, asesinatos, religión y economía por la fuerza.
Este reportaje especial es un viaje al centro de esa memoria silenciada. Un intento de reconstrucción crítica desde la raíz bubi hasta las cicatrices abiertas del siglo XIX. Porque recordar es también resistir.
Primer contacto: la llegada del poder europeo
El primer contacto documentado entre europeos y la isla se produjo en 1472, cuando el navegante portugués Fernão do Pó desembarcó durante una de sus expediciones atlánticas. Durante siglos, aquellos encuentros fueron esporádicos, pero la ubicación estratégica de Bioko acabaría convirtiéndola en objetivo codiciado.
Fue en 1778 cuando España tomó posesión formal de la isla tras el Tratado de El Pardo, firmado con Portugal. En cumplimiento del acuerdo, el conde de Argelejo desembarcó en la bahía de Concepción —actual San Carlos (Luba)— bajo órdenes del rey Carlos III, inaugurando oficialmente el dominio colonial español.
Los clanes bubis, organizados en estructuras autónomas y profundamente espirituales, no respondieron con hostilidad directa, pero sí con firme recelo. La ocupación no fue ni rápida ni pacífica. Durante décadas, el poder colonial chocó con una sociedad que, aunque sin armas modernas, defendía con dignidad una forma de vida ancestral.
Antes del imperio: la soberanía bubi
Mucho antes del desembarco europeo, Bioko era tierra de organización compleja y espíritu libre. El pueblo bubi había erigido una red de clanes con estructuras sociales firmes, liderazgo moral y una espiritualidad indivisible del ejercicio del poder.
El núcleo del mundo bubi. Cada núcleo era una unidad sociopolítica, delimitada por elementos sagrados del entorno. El vínculo con la tierra era espiritual y hereditario, transmitido por vía oral.
Liderazgo sin coacción. El líder del clan, guiaba por sabiduría y ejemplo, no por fuerza. Su autoridad provenía del consenso, y su misión era preservar el equilibrio entre el mundo visible y el espiritual.
La democracia ancestral. Las decisiones clave eran tomadas por el consejo de ancianos, órgano colectivo que regía asuntos de justicia, rituales, relaciones externas y organización territorial.
Política y espiritualidad como una sola cosa. Los sacerdotes tradicionales, eran consultados para toda decisión trascendental. La legitimidad del poder dependía del favor de los ancestros, no de mandatos externos.
Diversidad regional con identidad compartida. Mientras el sur de la isla (Lubá, Batete, Balachá) mostraba estructuras defensivas más cohesionadas, el norte (Basakato, Baney, Rebola) optaba por formas más descentralizadas. Pero todos compartían una cosmovisión basada en la tierra común, la oralidad y el respeto ancestral.
Colonización: el choque de mundos
La imposición del orden colonial fue tan lenta como violenta. El proyecto español desmanteló, pieza a pieza, el tejido comunitario bubi. Se impusieron nuevas leyes, religiones y jerarquías económicas. La cristianización, la producción forzada y la segregación racial marcaron un antes y un después.
Pero hubo resistencia. En formas abiertas y soterradas. Desde rituales practicados en secreto hasta enfrentamientos armados. Sin embargo, la historia oficial ha ignorado, distorsionado o minimizado estas formas de resistencia. Hoy, reconstruirlas es un acto de justicia histórica.
La guerra de Lubá: Mötuku Lubá y la insumisión insular
Entre todos los episodios de resistencia, la guerra de Lubá ocupa un lugar simbólico. Encabezada por el Mötuku Lubá, esta rebelión supuso una respuesta decidida frente al avance colonial. Möetuku no solo defendió su tierra: articuló una coalición interclánica en nombre de la soberanía ancestral.
Frente a un enemigo mejor armado, su estrategia logró frenar avances militares, infringiendo derrotas que humillaron al régimen español. La respuesta fue brutal: represión, ocultamiento y negación. La figura de Mötuku Lubá fue borrada de los archivos oficiales, tachada de mito o anécdota subversiva.
Pero en Lubá, su nombre sigue vivo. No como estatua, sino como relato que resiste, transmitido de generación en generación.
Maximiliano Jones: entre el poder y la sombra
Pocas figuras en la historia colonial de Bioko representan tantas contradicciones como Maximiliano Cipriano Jones. Descendiente de esclavos liberados y nacido en la isla, llegó a ser el africano más rico bajo el dominio español. Lo logró convirtiéndose en pieza clave del sistema colonial: comerciante, plantador y, según múltiples fuentes, facilitador de trata de personas.
Criollo, protestante y burgués. Criado entre Sierra Leona y Bioko, educado en inglés y castellano, Jones encarnaba la figura del “africano civilizado” según la narrativa colonial. Sus vínculos con la administración española y su estilo de vida victoriano lo convirtieron en modelo de éxito dentro del sistema.
Dueño de plantaciones y vidas. Con el auge del cacao, acumuló más de 500 hectáreas de cultivo. Sus trabajadores, traídos de Liberia o Nigeria, eran contratados bajo condiciones que, en la práctica, reproducían la esclavitud. La deuda, el castigo físico y el aislamiento eran moneda corriente.
Todavía en muchas aldeas de la isla se cuenta como Jones se llevaba a jóvenes que se iban a trabajar con él y que nunca regresaron a sus casas. Hasta hace poco las viviendas que fueron del uso comercial de Maximiliano Jones en la ciudad de Lubá no eran ocupadas por el miedo y secuelas que han generado con el tiempo sus actos. También comercializó con las vidas de los ecuatoguineanos y ecuatoguineanas.
Tráfico humano encubierto. Documentos históricos lo vinculan con redes informales de trata. Operaba en los márgenes de la legalidad, aprovechando la laxitud del régimen para lucrar con el sufrimiento ajeno.
Una memoria incómoda. Maximiliano Jones fue celebrado por el poder, pero visto por muchos como símbolo de traición. Hoy, su figura habita un limbo entre el reconocimiento institucional y el silencio popular. Es una cicatriz abierta en la memoria colectiva de Bioko.
Epílogo: por una historia contada desde dentro
Bioko no es solo geografía. Es testimonio viviente de lucha, espiritualidad y dignidad. Su historia no empieza ni termina con la colonización: late en la voz de los clanes, en los mitos silenciados, en la memoria de los ancianos.
Hoy más que nunca, urge contarla desde dentro. No desde los archivos coloniales, sino desde las montañas de Lubá, los relatos orales, las ceremonias secretas tradicionales que hoy la ignorancia de quienes desconocen los ritos y tradiciones de un pueblo milenario lo demonizan llamándolo «hacer morimó» término que declinan desde la ignorancia a la brujería y al mal, olvidándose que la cultura Bubi es pertenece a una pueblo milenario que mucho antes de la llega del colono disponía de estructuras sociales y políticas que garantizaban su existencia como pueblo.
Es necesario que el foráneo antes de hablar sobre Bioko y su gente acuda a las aldeas, se entreviste con ancianos y se reuna con las mentes brillantes de quienes tienen la autoridad de hablar sobre la historia de Bioko.
Bioko tiene muchas historias que contar a quienes de verdad le quieran conocer, y todo esto lo sabrán por medio de BNN ÁFRICA.
BNN África – Redacción de Historia y Memoria
Edición especial: Mayo 2025