
La historia parece repetirse una y otra vez para Casto Nopo Abeso, el hombre que siempre está cerca del poder, pero nunca en el centro. Tras la suspensión temporal de Juan Micha, la Federación Ecuatoguineana de Fútbol (FEGUIFUT) designó a Nopo como técnico encargado del Nzalang Nacional para el partido del próximo lunes. Su nombre volvió a ocupar titulares, y muchos pensaron que, al fin, el veterano entrenador tendría su oportunidad definitiva.
Pero la alegría duró poco. En menos de veinticuatro horas, la FEGUIFUT anunció la llegada de Guillermo Ganet Senoko como nuevo seleccionador principal, relegando nuevamente a Casto Nopo al banquillo de los suplentes, su territorio habitual desde hace años.
A estas alturas, Nopo encarna el papel del segundón perpetuo del fútbol ecuatoguineano: siempre presente, siempre disponible, pero nunca prioridad para ninguna de las categorías inferiores ni para los grandes clubes del país. Su carrera ha estado marcada por interinatos, relevos de emergencia y sustituciones improvisadas, una trayectoria que, pese a su experiencia, nunca se ha traducido en confianza plena por parte de la Federación.
El contexto no ayuda. La suspensión de Juan Micha ha desatado un huracán de rumores: cuestionamientos sobre su salario, sus viajes frecuentes a España y hasta acusaciones graves procedentes, según fuentes cercanas, de miembros de su propio entorno técnico. Aun así, el técnico sigue siendo reconocido por sus resultados —quizá los mejores en la historia reciente del Nzalang—, lo que genera envidias y divisiones internas.
Durante los entrenamientos con los jugadores locales, Casto Nopo parecía convencido de que había llegado su momento. Testigos presentes aseguran que repetía con entusiasmo: “Este es el tiempo de nosotros.” Pero la realidad del fútbol ecuatoguineano volvió a recordarle su lugar: el hombre de la transición, el bombero de emergencia, el que sostiene el timón mientras otros deciden el rumbo.
Con la llegada de Guillermo Ganet Senoko, el tablero vuelve a moverse, y Nopo regresa a su habitual papel secundario. Una vez más, el eterno suplente ve cómo la titularidad se le escapa entre los dedos.