La influencia de Florentino Pérez en el fútbol español va mucho más allá de su papel como presidente del Real Madrid. Su figura ha estado constantemente acompañada de éxito deportivo, pero también de una estela de controversias y polémicas que han puesto en entredicho sus métodos y su visión del deporte.
Desde la era de los «Galácticos», pasando por las cuestionadas recalificaciones de Valdebebas, el controvertido proyecto Castor y la remodelación del Santiago Bernabéu, parece que el poder de Pérez no conoce límites. Este último proyecto ha sido especialmente problemático, con obras que se habrían realizado sin licencia por un largo período y que actualmente enfrentan la oposición de vecinos hartos del ruido constante, situación que ha derivado en una batalla legal.
Este patrón de conflicto también ha tocado al césped y a sus protagonistas, y aquí aparece Vinicius Jr., un jugador talentoso y controvertido, cuya campaña para el Balón de Oro fue intensamente promovida por medios afines a Florentino.
La estrategia de Pérez en este caso parece haber sido clara: posicionar a Vinicius no solo como una estrella en ascenso, sino también como un símbolo de resistencia ante el racismo que, lamentablemente, aún persiste en varios estadios de España.
Sin embargo, la elección de Vinicius como abanderado de esta causa ha generado opiniones divididas. No por la legitimidad de su lucha —pues el racismo no tiene cabida en el deporte ni en la sociedad—, sino por la forma en que el jugador ha reaccionado en ocasiones, mostrando una conducta en el campo que algunos perciben como agresiva y confrontativa.
Para muchos, esta actitud contrasta con la de otros jugadores negros en la liga española que han enfrentado situaciones similares con calma y dignidad, como el prometedor Yamal, quien recientemente sufrió insultos racistas en el mismo Santiago Bernabéu y demostró una serenidad que fue reconocida y aplaudida ampliamente.
Finalmente, la noticia de que el Balón de Oro será para Rodrigo, del Manchester City, ha dejado clara la intención de los organizadores del galardón de premiar no solo el talento, sino también la ética y el profesionalismo.
La reacción de Florentino Pérez no se hizo esperar: según se comenta, habría instruido a su entorno para boicotear la gala, en protesta por el resultado. Es una decisión que plantea muchas preguntas sobre el verdadero concepto de competencia y juego limpio que tiene el presidente blanco, sobre todo considerando que Rodrigo, el ganador, es un joven español.
Esta postura también parece contradecir las declaraciones de Pérez de querer “españolizar” el Real Madrid, un deseo que, en la práctica, no se ha materializado. Hoy en día, el número de jugadores españoles en la plantilla del Real Madrid es mínimo, con figuras como Carvajal representando una excepción en un equipo mayoritariamente internacional.
La falta de interés en el triunfo de un jugador español en el Balón de Oro resulta un tanto irónica y contradice la supuesta apuesta de Pérez por una identidad española en el club.
Al final, este episodio sirve como recordatorio de que, en el fútbol y en la vida, los valores importan. No basta con alcanzar la gloria a cualquier costo; la grandeza se define también por la manera en que se compite, por el respeto hacia los demás y por la capacidad de aceptar la derrota con dignidad. Este año, el Balón de Oro premiará precisamente estos valores, y para muchos, será una decisión justa que, aunque moleste a algunos, refuerza la esencia misma del deporte: competir con honor y reconocer el mérito de aquellos que destacan no solo por su talento, sino también por su conducta dentro y fuera del campo.
Artículo de OPINIÓN redactado por BNN ÁFRICA