Los premios JONCHAM, originalmente concebidos para ser un faro de reconocimiento al talento artístico de Guinea Ecuatorial, han quedado reducidos a una caricatura de sí mismos.
Cada edición parece más una puesta en escena que un verdadero homenaje al mérito cultural, marcada por la falta de transparencia, los favoritismos y la desorganización. Lo que podría haber sido una celebración del arte y la creatividad nacional se ha transformado en un escenario donde se reflejan las dinámicas más problemáticas de las instituciones del país: la ineficiencia, el clientelismo y la ausencia de una verdadera visión cultural.
En un contexto en el que Guinea Ecuatorial carece de un mercado artístico sólido, los creadores se enfrentan a obstáculos casi insuperables para hacer de su arte una fuente de sustento. La escasa visibilidad, la falta de plataformas públicas y el predominio de los eventos privados como bodas y bautizos, limitan las oportunidades para los artistas.
Si bien iniciativas como el MUNi Festival han comenzado a abrir algunas puertas, el panorama sigue siendo precario y no ofrece garantías suficientes para que los artistas encuentren estabilidad en sus carreras.
El proceso de los premios JONCHAM, además de estar marcado por la desconfianza generalizada, se ve empañado por la falta de claridad en los procedimientos. No existe certeza sobre si las votaciones y su escrutinio se realizan ante notarios que aseguren la seriedad de los resultados, lo que incrementa las dudas sobre la legitimidad de los galardones.
A esto se suma la acusación constante de favoritismos, con la preferencia de ciertos artistas cercanos a círculos de poder, lo que genera una sensación de injusticia y parcialidad.
La ausencia de procesos transparentes y el incumplimiento de los premios prometidos refuerzan la imagen de un evento que no fomenta el verdadero desarrollo cultural, sino que perpetúa un sistema de prácticas oscuras que obstaculizan el crecimiento artístico.
Lo que se percibe como una celebración del talento nacional se diluye al ver la calidad deficiente de los trofeos y la irregularidad con la que se entregan los premios. Los JONCHAM parecen más una fachada que un auténtico motor de cambio cultural.
Los artistas y organizadores deben reflexionar sobre si seguir validando este sistema viciado con su participación o exigir reformas que den lugar a un verdadero estándar de excelencia.
Los premios JONCHAM, lejos de ser el reflejo de un sistema que promueva el arte como motor de desarrollo, son un síntoma claro de las falencias de un país atrapado en la desorganización institucional. Solo a través de un replanteamiento profundo y sincero de estos galardones se podrá salvar la credibilidad de la cultura y el arte en Guinea Ecuatorial, convirtiéndolos en un verdadero símbolo de lo que podría ser un renacer artístico en la nación.